Tiene el polvo de cien caminos en la ropa,
guarda sus fantasmas en un
bolsillo roto.
Le hace frente al sol con un
sombrero de esparto
encuentra en la noche una
sensualidad inquietante y no.
No quiere, no lleva, ni carga, penas culpas ni
alabanzas,
ni siquiera el eco de un pasado sardónico
y distante.
Huye del fragor prosaico de la
música de moda, aun más
rehúye de las multitudes y sus
expresiones vacuas,
dejó que el calor le reseque los
remordimientos,
guarda jirones de bucólico
romanticismo.
Viaja con su alma en otro bolsillo
mientras pita un cigarrillo liado con sagaz aplomo.
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