El placer
insistió en secuestrarme
en la noche
profunda y silente.
A inhalar bocanadas
de silencio
e
instalarlo muy dentro mío.
En el lecho de pudor desprovista
las yemas enredaderas de pluma
de caricias el cuerpo cincelan,
y reducen a cenizas gimiendo.
en la blanca lápida agonizo
orgásmica pariendo afonía.
La penumbra
insiste en dejarme
al vacío que
reina y embriaga;
me entrego sumisa
y sin miedo
a la paz, de
una muerte extasiada.
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