Inconciente
de ausencia y de distancia,
quise
fundirme en el cielo de diciembre.
Lagrimosa
de pena y desaliento,
Cargando el
luto que aguardaba latente
sin poder
ganarle la partida a la muerte
anduve sin
rumbo, perdida y sin tiempo.
Indolente
mortaja, impiadosa y muda,
Pasaje de
ida a la ruta sin retorno
Ciega rayé la
pampa buscando tu sepulcro
y el viento pegajoso de la virgen rosa
me encontró
dormida olvidando el tiempo
junto a una
lápida de plata añosa.
Indolente
mortaja, impiadosa y muda,
No olvides
la pena que causa tu incordio
Impotente
bajo el sol de un mediodía,
las
lágrimas humedecieron tu descanso.
Quedóse
izada en el ambiente,
la promesa tibia
de volver a verte.