Quise hablar de dulzores,
de esos que da la vida.
Pero me encontré otros,
sabores en el camino.
Percibí dulce al viento,
que te peina los cabellos.
Y amargo el huracán
que te pega sin aviso.
Y sentí la lluvia dulce,
al refrescar nuestro campo.
Mas amarga la tempestad
esa que todo arrasa.
Entendí dulce el dolor,
de la madre al dar a luz.
Salado supe el sudor,
de dos haciendo el amor.
Hallé dulces las palabras,
de un amigo lejano;
y amarga la distancia
en silencio acechando.
Dulce amarga la poesía
que vivimos y sentimos,
dulce amargo el manantial
donde beben los poetas.