jueves, 14 de julio de 2011

La miseria se vive, no se escribe

Se pasea por los callejones, con ficticia felicidad la madre niña, niña madre, que dio a luz a su hermano.



Juegan inocentes e inconcientes, niños desnutridos de educación, con el barro de la zanja que la miseria del barrio formo de antemano..



Sentado en las callecitas, salen a tomar aire, ese que dejo de ser fresco, cuando el basural comenzó a ser parte del paisaje y los perros callejeros los nuevos vecinos; los ancianos de precaria vida esperando el ángelus.



Unidos por la ignorancia que desborda por los ojos grandes y negros a punto de salir a la luz.



Delicadamente da indicaciones, guiando a un extraño al laberinto de pasillos y pasajes que no existen para el mundo social, parada en una esquina, una grotesca mujer que no sabe ocultar su adán.



A la hora en que el sol se yergue céntrico a nuestra vista; Pocahontas, de alcohol agoniza, recostada en el umbral.



Unidos por la indiferencia que los rodea, la que tal vez,  les resulta hasta veraz y habitual.

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